El 17 de septiembre de 1925, con 18 años, Frida sufrió un
accidente gravísimo. El autocar en el que viajaba se estrelló contra un muro
tras colisionar con un tranvía. La joven quedó aplastada entre los restos del
autocar, con múltiples heridas: la columna rota en tres partes, las dos
clavículas y varias costillas fracturadas, la pierna derecha rota por once
sitios y otras muchas lesiones.
Las limitaciones de la medicina de la época hicieron que
viviera a partir de aquel momento una auténtica tortura. Hasta el día de su
muerte, se sometió a 32 operaciones quirúrgicas.
La gravedad de sus lesiones recomendaban el reposo casi
absoluto, y Frida Kahlo comenzó una actividad que le permitía mantenerse
ocupada moviéndose lo menos posible: la pintura. Se inicia de esta forma la
carrera de la artista más influyente de la pintura mejicana.
Su obra tiene una influencia clarísima de todas sus
vivencias, con una presencia constante de la muerte y el sufrimiento. Podemos
observarlo en uno de sus obras más simbólicas: El sueño (1940)
Se trata de un óleo de
75x98 cm, en el que vemos la cama con dosel en la que dormía la artista.
Incluso se observa un esqueleto en el dosel, como el que tenía realmente. Ella
se representa a sí misma durmiendo envuelta en un arbusto: la “tripa de Judas”.
Se trata de una planta abundante en México que, aunque tiene propiedades
medicinales en infusión, su contacto directo es muy urticante.
El esqueleto es una
recreación el Papel Maché de Judas, y observamos los fuegos artificiales
típicos que le ataban a esta figura para quemarla en Semana Santa. Es la forma
de representar el suicidio del apóstol traidor y al hacerlo explotar se pide
que libre al país de la Corrupción.
Por tanto, el simbolismo
de esta obra es triple. Por una parte la figura de la muerte en forma de
esqueleto. Por otra, los fuegos artificiales alrededor de la figura, para pedir
el fin de la corrupción. Y finalmente, representada por el arbusto urticante,
el dolor físico y emocional que sufría la pintora: Mientras ella yacía dolorida
en su cama, se cuenta que su marido, el muralista Diego Rivera, veinte años
mayor, aumentaba su fama de conquistador en otras camas.