Fiel a su fama de transgresor, el grafitero más famoso del mundo ha realizado un nuevo experimento para poner en evidencia al mercado del arte: poner su obra a la venta en un puesto de callejero en Central Park.
La gracia del experimento estaba en que las obras estaban firmadas y autentificadas pero no se identificaban como "Banksys", para que los posibles compradores no estuvieran influenciados por el nombre del autor. Pretendió así demostrar que lo que realmente importa para valorar una obra es la firma del autor, y no la obra en sí misma.
La experiencia se grabó con cámara oculta.
En el video se observa como en un día se venden sólo 8 cuadros, por los que ingresó 420 dólares, ya que los compradores, ajenos a la identidad del artista, llegan a regatear el precio. El último grafitti de Banksy subastado en Londres se vendió por 194.000 euros, con lo que los compradores de Central Park han hecho el negocio de su vida, sin saberlo.
En su página web, el grafitero ha manifestado que no volverá a repetir la experiencia, para evitar un aluvión de compradores.