En diciembre de 1913 se recuperó el cuadro y se detuvo al ladrón, Vicenzo Perugia, un carpintero italiano que realizaba unas reformas en el Louvre, y que siempre tuvo la obra en su poder.
Perugia explicó que a principios de agosto de 1911 el estafador argentino Eduado de Valfierno contactó con él para ofrecerle un gran negocio: Robar la Gioconda a cambio de una suculenta cantidad de dinero. Además le prometió que la obra de Da Vinci volvería a Italia, donde debería estar. El domingo 20 de agosto Perugia se ocultó en un pequeño almacén de mantenimiento. A las 8 de la mañana del día siguiente descolgó el cuadro y oculto bajo una gabardina lo sacó del Museo.
Perugia esperó durante dos años la llamada de Valfierno pero ésta nunca se produjo. Finalmente ofreció el cuadro a un anticuario florentino, Alfredo Geri, que tras verificar que era auténtico, avisó a la Policía. Perugia fue detenido y la Gioconda expuesta en la Galleria degli Uffizi hasta que se trasladó de nuevo al Louvre el 4 de enero de 1914.
Pero, ¿qué ocurrió con Valfierno? ¿Para qué encargó el robo y luego no recogió el cuadro?
Previamente a concretar el robo con Perugia, el argentino había encargado a un excepcional falsificador francés, Yves Chaudon, que pintara seis copias exactas del cuadro, usando pigmentos, procedimientos y tablas de roble como soporte. El engaño era perfecto: una vez que se conociera el robo, seis coleccionistas millonarios norteamericanos pagarían por las seis réplicas creyendo que compraban el original. Y así ocurrió. Se estima que la estafa le reportó unos 60 millones de dólares de la época.
En 1931, De Valfierno, en su lecho de muerte le confesó a un periodista estadounidense la verdad sobre el robo y las falsificaciones. Desde entonces hay quien duda de que el cuadro que podemos contemplar en el Louvre sea el original porque bien podría ser una de las seis copias exactas.
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Reconstrucción del robo de La Gioconda |