martes, 15 de noviembre de 2011

EL HUESO DE SEPIA

Uno de los cuadros más sorprendentes de la historia del arte es: “Los embajadores” de  Hans Holbein el Joven (Augsburgo 1497-Londres 1543), actualmente en la National Gallery de Londres. Se considera una obra maestra porque además de su riqueza simbólica muestra en el primer plano un extraño objeto.


El cuadro representa a Jean de Dinteville a la izquierda, embajador de Francia en Inglaterra junto a Georges de Selve, obispo de Lavaur, embajador ante la Santa Sede.  Ambos hombres miran al frente y se apoyan sobre un mueble repleto de objetos simbólicos. En el estante superior hay una esfera celeste y diversos instrumentos de medición sobre una alfombra roja con motivos geométricos. En el inferior podemos observar un globo terráqueo, un laúd, varios libros y flautas, con lo que quedan representadas la aritmética, la astronomía, la geometría y la música.
Pero el elemento más sorprendente es la extraña figura en primer plano, a menudo llamada hueso de sepia, que intrigó durante muchos años a los estudiosos del cuadro. Hoy sabemos que se trata de un cráneo deformado por una anamorfosis, procedimiento de deformación óptica muy de moda en la Inglaterra del siglo XVI.
La forma de corregir la deformación del hueso de sepia y observar el cráneo es utilizar una cuchara. Debe ponerse en la parte superior derecha del hueso, con el dorso de la cuchara apuntado a la izquierda y perpendicular a la imagen modificando su orientación.


Para los historiadores Oskar Bätschmann y Pascal Griener en Los embajadores: "Las ciencias y las artes, objetos de lujo y gloria, se miden contra la grandeza de la Muerte"

jueves, 3 de noviembre de 2011

Los seis dedos de San Sixto

Observando con detenimiento algunas obras del Renacimiento Italiano podemos encontrar ciertas curiosidades nacidas del simbolismo que en muchas ocasiones el pintor quería manifestar.
Una de esas curiosidades se encuenta en la obra de Rafael de Sanzio (Urbino, 1483 - Roma, 1520), también conocido como Rafael de Urbino o, simplemente, como Rafael, y consiste en el hecho de que algunas de las figuras representadas en sus cuadros tienen seis dedos.

Una de estas obras es “La Madonna de San Sixto”, pintada en 1516. El pintor dibujó seis dedos en la mano derecha del Papa Sixto IV, que acompaña a Santa Bárbara, a la Virgen María y al niño Jesús, junto a una pareja de querubines.
El motivo de la anomalía no es que el Papa tuviera realmente seis dedos, ni que Rafael se equivocara al contar, sino en el simbolismo que el número seis tenía en el siglo XVI: representaba la capacidad de tener un sexto sentido o la capacidad para interpretar sueños proféticos. En este caso está claro el valor simbólico, porque ademas de los seis dedos, en el cuadro hay seis figuras y Sixto significa seis en latín.



Los seis dedos no son un hecho aislado, ya que Rafael lo volvió a repetir en el cuadro “Los desposorios de la Virgen”, donde pintó también seis dedos en el pie izquierdo de San José.